viernes, 23 de julio de 2010

LAS MUJERES CHICHARRERAS QUE PLANTARON CARA AL ALMIRANTE NELSON

 El propio Napoleón Bonaparte afirmó en más de una ocasión que en la guerra hay que tener mucha suerte. Y el General Antonio Gutiérrez la tuvo.


El primer golpe de suerte le llegó en la madrugada del 22 al 23 de julio de 1797, hace hoy exactamente 213 años. Aquella noche, "una agreste mujer" –como la definieron las crónicas de aquella época– abandonó su casa en San Andrés dispuesta a pasar un día más de trabajo. Eran las 4 de la madrugada. Ese día vendería sus alimentos en la Recova y tendría dinero para unas cuantas jornadas más. La campesina, a pesar de la oscuridad de la noche, notó que abajo, en el mar, había un movimiento extraño, que algo se cocía. Sin pensarlo dos veces soltó la cesta que cargaba en su cabeza y se dirigió lo más rápido que pudo hasta el Castillo de San Cristóbal para alertar a los centinelas, que a esas horas dormían plácidamente.
Eran botes con soldados ingleses que comenzaron un desembarco por sorpresa por Valleseco, concretamente en la zona del Bufadero y montaña de La Jurada. Se trataba de una operación secreta: las barcas transportaban alrededor de 900 hombres dispuestos a hacerse con la ciudad pensando que nadie los iba a detectar.
A base de piedras y gritos, la mujer despertó a los guardias, que acto seguido dispararon tres cañonazos. Rápidamente las campanas de las iglesias comenzaron a repicar para avisar a todo el pueblo de Santa Cruz de la situación de emergencia. Pronto se formaron los regimientos y se pudo hacer frente a las milicias inglesas. La fortuna y la valentía se unieron aquella noche gracias a aquella agreste mujer, una señora que permanecerá para siempre en el anonimato. ¿Era joven, estaba casada, tenía el pelo moreno? Sólo sabemos que gracias a su intervención se pudo repeler el primer ataque de los ingleses.
Es un ejemplo que ha dejado constancia de la valía de las mujeres chicharreras, un relato que tanto le gusta narrar al general Emilio Abad, presidente de la Asociación Tertulia Amigos del 25 de julio y amante de los pequeños detalles. Como también le gusta recordar a las aguadoras que tanto ayudaron aquella mañana histórica del 22 de julio.
En 1797, Santa Cruz tan sólo disponía de una fuente, la de la plaza de la Candelaria, para abastecer a todo el pueblo. Muchas mujeres se encargaban de trasladar el agua a todos los hogares, pero ese caluroso día llegaron algo más allá. En torno a las nueve de la mañana, unos 900 hombres ingleses llegaron en sus embarcaciones a las cercanías del barranco de Valleseco. Tras desembarcar, subieron la montaña de la Jurada, donde se encontraron con unas quebradas que no habían visto nunca. Allí se encontraron con los soldados y voluntarios tinerfeños que, siguiendo el plan previsto, acudieron con rapidez y ocuparon las alturas de Paso Alto. Ese día, las aguadoras abandonaron sus quehaceres y, armadas de coraje, subieron la montaña de Paso Alto para abastecer a los soldados españoles de agua y alimentos.
Era un día de bochorno, el dichoso tiempo sur, y las milicias recibieron las provisiones para soportar las largas horas de espera antes de comenzar la batalla. Los ingleses se situaron justo en frente, con sus cantimploras rebosantes de vino y ron. Creían que la batalla sería un paseo militar. Las aguadoras más jóvenes, mientras, subieron hasta tres veces en el día. Las tropas locales pudieron así desafiar con mas ímpetu si cabe al enemigo, que no tardó en retroceder y reembarcar nuevamente en sus buques.
La Gesta del 25 de julio fue también la Gesta de las mujeres que se enfrentaron con coraje ante el enemigo, poniendo en juego sus vidas. Con la llegada de las tropas inglesas, la mayoría de ellas, así como niños y ancianos, tuvieron que trasladarse hasta el interior de la Isla, ocupando zonas como La Laguna. Pero algunas mujeres desafiaron las normas y no quisieron abandonar. Muchas se quedaron ese día en sus casas exponiéndose así a la crudeza de la guerra. El apoyo que recibieron los maridos fue esencial para el éxito de la batalla.
La impresionante labor de las bravas chicharreras ha quedado como telón de fondo y tras dos siglos de historia, se pretende reivindicar su fortaleza y valentía. Por ello, el general Emilio Abad propone que se les honre con la colocación de varios monumentos, en aquellos lugares donde fueron vitales, para que nunca se olvide la importante labor que desempeñaron tal día como hoy pero hace ya 213 años.
El historiador Luis Cola Benítez también realza la figura de aquellas "valientes" durante la batalla y se apresura a comentar que "las mujeres se armaron de un pundonor que ya quisieran muchos hombres". Pero Emilio Abad también quiere subrayar la labor que realizó el Cabildo de Tenerife. Por aquel entonces, la institución era el único ayuntamiento de la Isla y se encontraba en La Laguna.
Desde el 22 de julio hasta el 25, el Cabildo dictó muchísimas disposiciones y escritos para tener toda la operación controlada. Se encargó del suministro de alimentos a todos los hombres desde la Punta del Hidalgo hasta Candelaria. En concreto, se suministraron 16.000 libras de pan, equivalentes a 8.000 kilos. La mayoría de los hombres, repartidos en los cinco regimientos principales, llegaron hasta Santa Cruz descalzos, ya que perdieron sus zapatos por el desgaste del camino, y otros, porque el dinero no les alcanzaba. El General Gutiérrez solicitó entonces al Cabildo unos 100 pares y en tres horas, los soldados ya los tenían en sus pies.
El Cabildo respaldó a los milicianos y a todos los vecinos, ayudó en las labores de suministro de alimentos, servicio de sanidad y religioso, y en el despliegue de la seguridad. "Hizo un trabajo de solidaridad impresionante con todo el pueblo en general", matiza Abad. El papel de todos los tinerfeños fue primordial para vencer a Nelson. En el interior de la ciudad se organizaron, además, seis rondas formadas por 196 hombres mayores de 45 años. Las patrullas se repartieron por toda el pueblo hasta llegar al puerto. Estas rondas se encargaron de evitar los saqueos e incendios, y también atendieron a los que resultaron heridos. A su vez, se quedó una reserva en la plaza de la Candelaria. Y, aparte, la ronda de mar, formada por 93 vecinos, cuidaban de sus embarcaciones.
La gente de a pie, carpinteros, campesinos y herreros entre otros, se despojaron de sus herramientas de trabajo y, al tiempo que soltaron sus azadas, se hicieron con el fusil dispuestos a defender la ciudad del ataque de los ingleses. Entre todos se formó un improvisado batallón que alcanzó los 400 hombres.
El pueblo no se ha olvidado
Más de dos siglos después, el pueblo de Tenerife no se ha olvidado de la gesta y conoce de sobra que gracias a la intervención del pueblo, hoy podemos afirmar que somos españoles y no británicos, tal y como pretendía el Almirante Nelson, quien además de perder su brazo, perdió la batalla y con ella su orgullo.
Santa Cruz de Tenerife volverá a revivir mañana la acción militar más importante librada en la historia de Santa Cruz de Tenerife. Como no puede ser de otra manera, en esta ocasión la reproducción rendirá homenaje a esas mujeres y hombres anónimos que abandonaron sus labores y se sumaron al batallón para proteger su tierra lejos de las zarpas inglesas.
A partir de las doce del mediodía de mañana, los tinerfeños se encontrarán con sus propios antepasados y verán de primera mano el gesto de heroicidad de aquellos isleños. El sonido trepidante de los cañonazos y disparos recordará que hace mucho tiempo, los tinerfeños se armaron de valor y pudieron hacerle frente al mismísimo Nelson. El cineasta Teodoro Ríos se ha encargado de toda la recreación y espera que los asistentes puedan "viajar en el tiempo y se sientan orgullosos de sus antecesores". 213 años después, Santa Cruz volverá a vencer a Nelson gracias a la agreste mujer, a las aguadores, al Cabildo, a las milicias... Hasta a los traidores, que también los hubo.
Fuentes Consultadas :  LA OPINION DE TENERIFE

…y unos cuantos destacados y muy ilustres desertores

Si los comportamientos heróicos y admirables se sucedieron durante los cinco días en los que se rechazó el intento de invadir y/o saquear Santa Cruz de Tenerife por parte del Almirante Nelson, tampoco faltaron algunas lamentables deserciones.
Sea por los intereses ingleses en la Isla, especialmente fuertes con las grandes familias del Norte y La Laguna, o por mera cobardía, no fueron pocos los que renegaron del combate, dejando sin cubrir hasta dos baterías ante el enemigo.
En su documentada Los desertores en la Gesta del 25 de Julio, Juan Carlos Cardel nos cita entre ellos a todo un Marqués, el de Fuente de Las Palmas, de nombre Domingo Chirino Soler y a la sazón comandante general de la Columna de Granaderos, que habría huído del combate.
Pero la nobleza tiene más representantes en tan infausta lista, ya que Cardel coloca entre ellos, fundamentado en abundante bibliografía, al teniente del Regimiento de Cazadores de La Laguna Antonio Monteverde Rivas Ponte, perteneciente a una de las familias más ricas de la Isla y dueño del Mayorazgo de Rivas.
Otro potentado al que se le achaca conducta tan impropia es al capitán Andrés Agustín De Torres Perdomo, aquellos días capitán de Cazadores del Regimiento de La Orotava y nada menos que titular del Mayorazgo de Tacoronte…
Elegidos para rendirse
Con la distancia, resulta hasta cómico rememorar -como recogió entre otros la escritora y pintora Elizabeth Murray en sus Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife- que tres oficiales llegaron a La Laguna huyendo del combate y, para justificar su deserción, anunciaron la derrota ante los ingleses.
Que sea Álvarez Rixo quien remate la historia: “Más cuando el Cabildo de La Laguna, que ya había nombrado los Diputados que habían de bajar a la Plaza para tratar la Capitulación, pues creían que el General Gutiérrez había muerto y que la plaza había rendido según le había dicho horas antes D. Ventura Salazar” de Frías y Polier, que se fugó de Paso Alto.


Unos versos que hieren como espadas
En la bibliografía sobre lo acaecido en Santa Cruz de Tenerife aquel 25 de Julio de 1797, destacan los acerados e hirientes versos confeccionados por Lorenzo Pastor y Castro y Graciliano Afonso.
Todo un Marqués de Chirino, Comandante,
del Cuerpo de Pays, fuerte columna.
Apenas oyó el ruido fulminante
el camino tomó de La Laguna.
Salazar y Velasquez van delante
dando la voz infausta e inoportuna
¿De estar todo perdido, el Jefe muerto!
¡Y los ingleses, ya dueños del Puerto!
Su Sargento Mayor, Castro, que erguido
a nadie cede en el marcial despojo,
incomodado del nefando ruido
escapa como tímido conejo.
Monteverde tomó el mismo partido
viendo lo saludable del consejo,
y Torres, suponiendo un gran insulto,
entre dos milicianos escurrió el bulto


Fuente consultada :  Diario de Avisos

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